Día 1: ”San Juan > Chicago > Seattle”
SI, ¡OTRO BLOG!
Como tal vez alguno de ustedes saben, es ya tradición que cada vez que este servidor sale de Puerto Rico a algún evento o actividad relacionada con Tecnético, siempre comparta las incidencias de la ocasión mediante un “blog”. Un blog consiste en relatar, de manera informal, lo que suceda en tal o cual sitación donde se encuentre el autor. ¿El propósito? Contar, sin censura y a veces de forma cruda, la pura realidad según se ha vivido.
En esta ocasión, relataré las incidencias relacionadas a una invitación que me extendió la oficina de Puerto Rico y el Caribe de Microsoft para que visitara sus oficinas centrales en la ciudad de Redmond, Washington. No Washington D.C., que está a unas tres horas en vuelo directo. Eso es “un paseíto por el parque”. Me refiero al estado de Washington, en el noroeste de los Estados Unidos y que requiere unas 10 a 11 horas de vuelo.
Esta nota precisamente la escribo desde unos 30,000 pies de altura en camino hacia Washington, luego de realizar un vuelo de seis horas y media de San Juan, Puerto Rico a Chicago, Illinois. No la pude realizar antes porque ese vuelo estuvo lleno hasta el copete y el asiento que me tocó no tenía la conexión de corriente necesaria (la aerolínea le llama “powerport”) para no tener que quedarme a mitad por causa de que me haya quedado sin batería. Así que fueron seis horas de leer revistas, “dormir” (si es que quedarse tieso, incómodo y con los ojos cerrados se le puede llamar de esa forma…) o simplemente tratar de no preocuparme por los múltiples compromisos que me esperan al regreso.
Así que fue necesario esperar hasta este vuelo a Washington para poder localizar una “conexión a la vida (eléctrica)”. Entonces, se preguntará usted, ¿a qué me invitó Microsoft? La contestación, más adelante…
“HUELE A QUEMADO”
Resulta interesante cómo las personas pueden…ooops…este avión parece gelatina…se está moviendo de una manera que si no se tranquiliza pronto, tendré que dejar esto para más adelante…¡wow! Está la cosa brava…
Bueno, ya se calmó. ¡Menos mal! ¡Ah, pero que conste! No es que yo le tenga miedo a los aviones ni a la turbulencia. Mi preocupación es el hard disk de mi laptop. Lo menos que tu puedes desear que un hard disk reciba un golpe fuerte…créemelo.
Ok. Decía yo que resulta interesante cómo las personas pueden reaccionar a situaciones que podríamos llamar, ajem, fuera de lo normal. Faltando una hora y media para aterrizar en Chicago, la señora sentada junto a mi me pregunta que si detecto un olor a quemado. Del estado medio dormido en el que estaba brinque como un resorte y me dispuse a parar la nariz para ver si “era verdad tanta mentira”. Efectivamente…había un olor a quemado en la cabina.
La señora, ni corta ni perezosa, llamó la atención de una de las asistentes de vuelo (que dicho sea de paso, si quieres llevarte bien con ellas, nunca las llames “azafatas”….) y le indicó sobre el olor. Otros pasajeros alrededor también confirmaron la presencia del preocupante olor. ¿Nervioso yo? La verdad no la puedo negar…
Ver el correr de un lado a otro de las asistentes de vuelo es causa suficiente para que uno empiece a pensar cosas. Más sin embargo, de repente no hubo más olor. Se esfumó rápidamente; de la misma manera como llegó. ¿Me tranquilicé? La verdad que encierra la contestación a esta pregunta, mis apreciados lectores, tampoco se las puedo negar. Era imposible estar tranquilo hasta las ruedas de ese avión no tocaran tierra de la forma que se supone. Afortunadamente todo salió bien y llegamos sin problemas a Chicago.
Regresando al presente, miro mi reloj y me dice que son las 11:10 p.m. en Puerto Rico. ¡Con razón tengo tanto sueño! Esto es algo que “me extraña y me araña” porque, supuestamente, dormí en el vuelo anterior.
A lo mejor es mi cuerpo, pasándome factura por todas las desveladas que le he forzado a aguantar. Bueno, regresó “la batidora” a menear este avión como “hula-hoop” en cintura con mucha cadera. Mejor dejo esto hasta aquí. Mañana les cuento…
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